como teoría de vigilancia y control
Ya nadie duda de que estamos todos vigilados, observados y fichados. En el paseo, en el mercado, en el autobús, en el banco, en el metro, en el estadio, en el aparcamiento, en las carreteras... alguien nos está mirando por el ojo de las nuevas cerraduras digitales. Múltiples mallas de vigilancia nos acosan por todo el planeta, la mirada penetrante de los satélites nos persigue desde el espacio, las pupilas silenciosas de las cámaras nos controlan por las calles, el sistema Echelon inspecciona nuestras comunicaciones, y los chips RFID revelan nuestro perfil de consumidor. Cada uso del ordenador, de Internet (Google, YouTube, MySpace...) o de la tarjeta de crédito deja huellas imborrables que delatan nuestra identidad, nuestra personalidad, nuestras inclinaciones. Se ha cumplido el viejo recelo de George Orwell que nos pareció, durante tanto tiempo, utópico o excesivamente paranoico.
Se ha roto el necesario equilibrio entre libertad y seguridad. Con la intención de proteger al conjunto de la sociedad, las autoridades, en nuestras modernas democracias, tienden hoy a ver en cada ciudadano a un virtual maleante. La guerra sin cuartel contra el terrorismo -preocupación dominante en el último decenio- ha procurado una impecable coartada moral y favorecido la acumulación de un impresionante arsenal legal que está permitiendo llevar a cabo el proyecto de control social integral. Los "progresos" tecnológicos (informático y digital) también han ayudado y las autoridades tienen cada vez mejores herramientas para la vigilancia electrónica.
¿Qué es el panóptico? O más bien ¿por qué Foucault simboliza con él un modelo de sociedad? Para llegar al concepto de sociedad disciplinaria, primero debemos conocer de que se trata el panóptico y por qué en sus orígenes ya es una teoría o al menos un modelo de vigilancia o de control.
Lo primero que debemos caracterizar es su aparición histórica. A fines del siglo XVIII, es más es un proyecto para realizar una prisión, presentado especialmente en Francia luego de 1789. Hay en ese entonces un pensamiento que campea y que no es muy añejo: el iluminismo. El panóptico no sólo será una demostración de este pensamiento sino que será el pensamiento iluminista en si mismo. La mirada y la luz que surca los cuerpos es una preocupación del iluminismo reinante en esa época, por ende se la vislumbrara en el panóptico porque no decirlo así, con todo su esplendor.
En el panóptico no sólo tenemos una mirada omnipresente sino que también el vigilante será controlado para la buena consecución del fin.
Situado así, podemos darnos cuenta cual es el origen de está construcción arquitectónica. Foucault al preguntársele como da con este proyecto dice "... fue cuando estudiaba los orígenes de la medicina clínica; había pensado hacer un análisis de la arquitectura de los hospitales en la segunda mitad del siglo XVIII, época en que se desarrolló el gran movimiento de reforma en las instituciones médicas...". Así descrito por Foucault, su encuentro fortuito con este proyecto arquitectónico se da al investigar la arquitectura hospitalaria. Describamos ahora someramente el panóptico:
Una estructura semicircular, con habitaciones que estén abiertas hacia el interior de un patio y cerradas hacia afuera. En el patio, en el medio del diámetro encontramos una torre, de la misma se ve hacia las habitaciones que dan al patio. En la torre se sitúa el vigilante que mirará constantemente, o al menos esa será la idea que tendrán las personas que estén en las habitaciones. Por esta facilidad para contemplar a los personas de las habitaciones y a su vez la presunción que crearía el sentirse vigilado harían más económico este sistema por sobre los otros. Bentham no sólo lo propone como modelo de prisión sino que lo postula para ser hospital, escuela, lugar de trabajo, etc. Dice: cualquier situación en que es necesario que la gente este en un mismo lugar y que desarrolle su actividad será posible y ventajoso disponer de esta construcción.
¿Ahora bien qué tiene que ver esto con nuestra sociedad? La respuesta a esta pregunta la hallaremos un poco más adelante, cuando leamos al propio Foucault, por de pronto debemos tener en cuenta que es lo que tomó él como importante o destacable de esta construcción.
Principalmente, podremos destacar:
- La inversión de la arquitectura del teatro griego. Esta era una estructura en donde varias personas tenían la posibilidad de ver a una. Aquí es una persona que ve a varias.
- La mirada constante o la presunción de la existencia de ella
- La fijación de los individuos en lugares en que sean observables
- La polifuncionalidad: para una serie de instituciones en las cuales la observación es básica para el funcionamiento de las mismas.
De este última nota característica, los ejemplos más paradigmáticos quizás sean los hospitales y las prisiones. Estos lugares, han creado saberes especiales a partir de su instalación. Sabemos perfectamente que la psiquiatría se ha regodeado y ha buscado a sus mejores clientes en estos lugares, así mismo la criminología ha nacido al tratar de responder a las inquietudes de los filántropos, el Estado y demás, para resolver el dilema de la criminalidad. También sabemos que hemos inventado un conocimiento plenamente empírico y comportable mediante la observación, así, que mejor lugar para conocer las conductas de los alienados y de los presos que estas instituciones. De ahí la importancia de ellas para la creación de ciertos saberes y a su vez podemos destacar como al crearse situaciones para la creación de estos saberes, se crean situaciones de poder que a su vez se realimentan mutuamente.
Teniendo en cuenta esto podremos leer la faceta, quizás más conocida de Foucault, relacionada con el poder. Ahora bien, recordemos una cosa que dijo Bentham con respecto a su invento, utilizado como una escuela:
"...Por lo que se refiere a las horas de estudio no hay, creo, más que un deseo unánime: que se empleen en el estudio. Apenas es necesario especificar que claraboyas, barrotes, cerrojos y todos los demás detalles que confieren a una casa de inspección su carácter terrorífico no tienen lugar aquí. Cualquier diversión, cualquier charla (en una palabra, cualquier distracción) están eficazmente impedidas por la situación central y resguardadas del maestro, con el refuerzo de tabiques o pantallas, tan ligeras como se quiera, separando a los alumnos..."
control social total
Ya nadie duda de que estamos todos vigilados, observados y fichados. En el paseo, en el mercado, en el autobús, en el banco, en el metro, en el estadio, en el aparcamiento, en las carreteras... alguien nos está mirando por el ojo de las nuevas cerraduras digitales. Múltiples mallas de vigilancia nos acosan por todo el planeta, la mirada penetrante de los satélites nos persigue desde el espacio, las pupilas silenciosas de las cámaras nos controlan por las calles, el sistema Echelon inspecciona nuestras comunicaciones, y los chips RFID revelan nuestro perfil de consumidor. Cada uso del ordenador, de Internet (Google, YouTube, MySpace...) o de la tarjeta de crédito deja huellas imborrables que delatan nuestra identidad, nuestra personalidad, nuestras inclinaciones. Se ha cumplido el viejo recelo de George Orwell que nos pareció, durante tanto tiempo, utópico o excesivamente paranoico.
Se ha roto el necesario equilibrio entre libertad y seguridad. Con la intención de proteger al conjunto de la sociedad, las autoridades, en nuestras modernas democracias, tienden hoy a ver en cada ciudadano a un virtual maleante. La guerra sin cuartel contra el terrorismo -preocupación dominante en el último decenio- ha procurado una impecable coartada moral y favorecido la acumulación de un impresionante arsenal legal que está permitiendo llevar a cabo el proyecto de control social integral. Los "progresos" tecnológicos (informático y digital) también han ayudado y las autoridades tienen cada vez mejores herramientas para la vigilancia electrónica.
"Habrá menos privacidad, menos intimidad, pero mayor seguridad", nos dicen. Y en nombre de ese nuevo imperativo categórico, se ha instalado de modo progresivo e indoloro, un régimen de dominación que podemos calificar de "sociedad de control". Con la particularidad de que -a diferencia de las precedentes "sociedades disciplinarias" que confinaban a los rebeldes o descarriados en lugares cerrados (cárcel, reformatorio, manicomio)-, la sociedad de control encierra a los sospechosos (o sea, a casi todos los ciudadanos) al aire libre y los mantiene bajo acecho constante. A veces, mediante los aparatos-chivatos que libremente ellos mismos han adquirido: ordenadores, teléfonos móviles y otros dispositivos informáticos (tarjeta de crédito, agenda electrónica tipo Palm, billetes de transporte, GPS, etc.). Y otras veces, gracias al uso de sistemas discretos y emboscados que atisban los movimientos de cada persona, como los radares de carreteras o las cámaras de video vigilancia.
EL PANOPTICO ELECTRONICO
Ya nadie duda de que estamos todos vigilados, observados y fichados. En el paseo, en el mercado, en el autobús, en el banco, en el metro, en el estadio, en el aparcamiento, en las carreteras... alguien nos está mirando por el ojo de las nuevas cerraduras digitales. Múltiples mallas de vigilancia nos acosan por todo el planeta, la mirada penetrante de los satélites nos persigue desde el espacio, las pupilas silenciosas de las cámaras nos controlan por las calles, el sistema Echelon inspecciona nuestras comunicaciones, y los chips RFID revelan nuestro perfil de consumidor. Cada uso del ordenador, de Internet (Google, YouTube, MySpace...) o de la tarjeta de crédito deja huellas imborrables que delatan nuestra identidad, nuestra personalidad, nuestras inclinaciones. Se ha cumplido el viejo recelo de George Orwell que nos pareció, durante tanto tiempo, utópico o excesivamente paranoico.
Se ha roto el necesario equilibrio entre libertad y seguridad. Con la intención de proteger al conjunto de la sociedad, las autoridades, en nuestras modernas democracias, tienden hoy a ver en cada ciudadano a un virtual maleante. La guerra sin cuartel contra el terrorismo -preocupación dominante en el último decenio- ha procurado una impecable coartada moral y favorecido la acumulación de un impresionante arsenal legal que está permitiendo llevar a cabo el proyecto de control social integral. Los "progresos" tecnológicos (informático y digital) también han ayudado y las autoridades tienen cada vez mejores herramientas para la vigilancia electrónica.
"Habrá menos privacidad, menos intimidad, pero mayor seguridad", nos dicen. Y en nombre de ese nuevo imperativo categórico, se ha instalado de modo progresivo e indoloro, un régimen de dominación que podemos calificar de "sociedad de control". Con la particularidad de que -a diferencia de las precedentes "sociedades disciplinarias" que confinaban a los rebeldes o descarriados en lugares cerrados (cárcel, reformatorio, manicomio)-, la sociedad de control encierra a los sospechosos (o sea, a casi todos los ciudadanos) al aire libre y los mantiene bajo acecho constante. A veces, mediante los aparatos-chivatos que libremente ellos mismos han adquirido: ordenadores, teléfonos móviles y otros dispositivos informáticos (tarjeta de crédito, agenda electrónica tipo Palm, billetes de transporte, GPS, etc.). Y otras veces, gracias al uso de sistemas discretos y emboscados que atisban los movimientos de cada persona, como los radares de carreteras o las cámaras de video vigilancia.